Lola se queda sola


Lola está triste.
Sabe que me voy pronto
y me mira con esa cara suya de lechón
-o cordero degollado, que es más universal-,
sólo las iguanas como ella pueden poner cara de
mamífero.
Sé que va a echar de menos nuestras tardes:
Lola, yo y las historias que grabamos juntas
frente a este micrófono.

A veces lo pienso,
pienso en la persona que
luego escucha estos libros,
los que locuto mientras Lola escucha.
En realidad los leo para Lola, no para él o ella.
En realidad para esta iguana soy alguien,
para los invidentes soy "la voz de alguien".
No es lo mismo.
Es como salir en la tele,
para la gente no eres alguien,

eres "la imagen de alguien".

Y a mí me gusta ser quien soy, me gusta lo que hago, me gusta la gente que me rodea, me gusta esta ciudad, me gusta Octubre.

No quiero ser una voz, no quiero ser una imagen, no quiero ser una talla, no quiero ser una foto, no quiero ser una adjetivo, no quiero ser un número en la cola, no quiero ser una letra en una lista.. nada de sucedáneos, sólo quiero seguir siendo lo que soy.

Por eso, nena, te vienes conmigo al nuevo piso, porque eres auténtica, real y tangible como los cuentos. Eres mi invención y yo soy tu creación. Sin ti no hay Tardes de la iguana, eres mi interlocutor, mi amiga, mi mentira. Gracias Lola por cada gesto desde el terrario, por tus silencios elocuentes, por tu presencia inabarcable. Creo que no sé tener un blog (esto ya es metablogismo, pero stargidiamú). No sé escribir, nunca jamás he sabido. He "hecho que sabía", como tantas otras cosas. Pero la pura verdad es que no tengo ni la más remota idea de escribir bien, Lola.

Por eso... seguiré haciéndolo.