Dos balas


Cuadro de Agustín Batista


¿Sabes una cosa? Te lo voy a contar, Lola, aunque no te guste oírlo: cada año se fabrican en el mundo dos balas por cada habitante del planeta. Y cada minuto una persona muere víctima de la violencia armada.
Amnistía Internacional me manda un mail para que pida a mi gobierno que apoye la elaboración de un Tratado Internacional sobre Comercio de Armas en la Asamblea General de Naciones Unidas. Yo les contesto, y apoyo lo que sea que haya que apoyar, y espero que así lo haga el país en el que vivo (sin armas). Pero me he quedadado clavada ahí, en la primera frase, en esas dos balas, mis dos balas, una de las cuales habrá de matar a alguien alguna vez.
No quiero sentirme responsable de ellas, pero el hecho es que lo soy, aunque en mi país no se lleven armas por la calle, se fabrican armas, como en cientos de países desarrollados del mundo. Y eso es lo irónico, no se usan aquí, se usan en otra parte. En ese país de muy muy lejano donde nos da igual lo muy muy malo que ocurre, o al menos eso parece.
Son mis dos balas, es así, sea de un modo u otro me corresponden, son mis impuestos, o mis compras, son mis tasas, mis derroches, o mis necesidades, pero son mías. En justicia me pertenecen: quiero esas dos malditas balas, Lola, y hacer lo que me parezca con ellas. Una para dispararla contra las fronteras y que estallen en pedazos todos los muros y la otra para dibujar en el cielo una estela en la que se lea: hijos de puta, devolvednos todo lo que es nuestro.