El viento del olvido




Olvidarse. Es difícil. Bendita memoria imperfecta que nos ayuda a olvidar. Benditas neuronas con sus desconexiones. Bendito presente que nos fuerza al Olvido. El viento del Olvido: que lo barre todo y todo lo destruye. Era una canción ñoña como tantas, la escribí antes de los veinte –madre mía como pasa el tiempo Mrs. Olvido– y cantaba yo con mi guitarra sin saber hacer la cejilla: Y sé que bajo el viento del olvido, hastío el maratón de los caminos, no se puede matar (...) Si hubo una vez que me olvidaron fue que alguna vez me amaron... fue el día que nos perdimos bajo el viento del olvido. Fa, Do, Mi menor... Lo he olvidado... como olvidé yo también cuando no amaba más, y me olvidaron a mí cuando ya no me amaban, y al final ni lo uno ni lo otro fue para tanto, Mrs. Olvido.
Ningún olvido se parece a otro: olvidar el amor no es lo mismo que el olvido de la muerte, con su eternidad, u olvidar un dolor del alma para poder seguir adelante, o no tener rencor, que es olvidarse de la venganza...
Yo, hay cosas que no pienso olvidar, olvidos contra los que lucho ferozmente cada día, para que no se pierda entre ese viento terrible lo que merece la pena ser recordado; y otras que me esfuerzo en borrar, pero que reaparecen como tinta mágica y vuelta a empezar... En fin que me paso la vida forzando a las poquitas neuronas que tengo: a unas para olvidar, a otras para mantener vivo un recuerdo... y un día la memoria me traiciona y me olvido de hacer compra, o de llamarte, o de perdonarte, me olvido de escribir lo que estaba pensando, o se van las horas sin acordarme de aquello tan importante. Lo siento si olvidé algo que tenía pendiente (por ejemplo, charlar contigo Lola).