Dáctilo, anfíbraco y anapesto

El dáctilo es un animal de la selva, una especie de ave pequeña y rechoncha con dos patitas cortas que viste unas plumas suaves y rosadas y tiene un pico arqueado hacia abajo en el que se dibujan motas de color pardo. Es difícil verlo, porque es un animal tremendamente tímido. Aunque hubo una vez un dáctilo valiente, extrovertido y curioso, que decidió cruzar el anfíbraco que lo separaba del continente vecino. Cuando pisó con sus cortas patas la tierra roja de aquel lugar, una descarga eléctrica recorrió todos sus nervios y sin que pudiera hacer nada su cuerpo se lanzó en picado contra en infinito del desierto, alcanzando en un milisegundo el otro lado del planeta.
Actualmente es el único dáctilo del desierto, y allí se dedica a recolectar dátiles y a contar a todos los animales sus aventuras a lo largo y ancho de este mundo, ya que cada cierto tiempo la descarga eléctrica recorre sus patitas, localiza un anfíbraco y le lanza sin remedio al infinito de un nuevo lugar...

Hay un juego que hacemos los monstruitos y yo -olvidé comentarte que otra vez estoy dando clases a los niños en San Agustín, Lola, aunque sólo por unas semanas- que consiste en interpretar animales; al principio con el perro, el león y la serpiente teníamos bastante, pero después de un año el arca de Noe se nos ha quedado corta.
Así son los niños, si el mundo se les queda pequeño... se inventan uno nuevo. Asi que empezamos a inventarnos animales como el Cótrolo o el Zambure, que caminan de formas extravagantes y hacen ruidos inimaginables que sugieren mil improvisaciones surrealistas. Y asi empezó esta historia... con las claúsulas trisílabas de los versos. He desenpolvado mis viejos apuntes de verso para estudiar ahora que lo clásico vuelve a mi vida -por eso sólo estaré con ellos unas semanas, me voy a hacer un curso de ello- y he decidido que tan curiosas palabras merecían un post además de una revisión urgente.

Asi pues, y ya que preveo que no voy a escribir mucho durante estas semanas, os dejo Lola y compañia con este breve anapesto para recordar que las palabras siguen siendo uno de los tres inventos que más me gustan de esta humanidad contradictoria.