El vacío

Malevich. Composición Suprematista


Lola se ha quedado dormida.
En realidad se quedó dormida hace unas semanas, yo no sé si las iguanas hibernan, pero creo que eso es lo que está haciendo Lola. Hace tanto frío que ha decidido encerrarse en sí misma. Respira despacio, tan despacio que parece que está muerta, pero no lo está. Su piel está aún más fría de lo habitual, pero sé que vive porque se mueve de un día para otro, apenas unos milímetros, pero se mueve. Si pudiera, a veces, yo también hibernaría… pero entonces no podría pisar la nieve.
Cuando la pisas hay silencio en la calle y el cielo susurra un aire helado que se escucha como por dentro de los huesos. La nariz huele la nieve y es como si oliese por primera vez, y los ojos de nieve no ven casi, pero intuyen los colores difuminados del espacio. Una pisada sobre la nieve, Armstrong sobre la luna, la flor que nace entre las rocas, el equilibrista en la cuerda floja, el personaje entrando al escenario, la ola que rompe la barca contra el acantilado, el conejo blanco de la chistera…
Pisar la nieve, es el vacío, y antes de llegar no hay nada, tiene la magia de un encuentro fortuito y la ingenuidad de un niño, es suave como un beso e irremediable como las agujas de un reloj. El vacío es maravilloso porque no es nada y puede ser todo…


El vacío… qué palabra tan hermosa, lista para llenarse de sentido, que lugar tan privilegiado para comenzar a crear.
¡Mira, Lola! La nieve ha borrado todos los caminos, así que despierta, que podemos avanzar en cualquier dirección. En la que nosotras queramos.