Esperando...

Tríptico de de Agustín Batista. Desenlace: Wertherismo sobremoderno.
Todos los miércoles por la tarde, un chico se sienta justo en la escalera interior del edificio de enfrente. Al lado del ascensor, que sube y baja cien veces en su presencia, el chico espera, y espera, y espera… de vez en cuando veo que me mira, y yo me hago la tonta. No quiero bajar la persiana porque tengo curiosidad por saber qué hace allí. Me voy a recoger la cocina, vuelvo y sigue ahí, me voy a poner la lavadora, vuelvo y sigue ahí, me voy a hacer la cena, vuelvo y sigue ahí… Pero cuando vuelvo de tender la ropa ya no está. Habrá entrado, pienso al piso, el cuarto C, junto al que espera ¿pero por qué? ¿Quién vive ahí? ¿Y por qué cada miércoles hace lo mismo? ¿Es que no tiene llaves? Me propongo no despistarme el próximo día y tratar de ver a quién espera, quien vive en el cuarto C.

Es el siguiente miércoles, son las 14.00 y el chico ya está allí, yo llevo toda la mañana enferma metida en casa, quizá me he puesto enferma sólo para poder averiguar qué pasa con el visitante del edificio de enfrente. Se sienta, saca un sándwich y lo come despacio. A mi me entra hambre y me voy, sin descuidarle, a prepararme uno. Ahora no me ve porque estoy detrás de la cortina… Aparece la señora del cuarto A con su perro, se detiene a charlar un rato con el chico y se mete en su piso. Vuelvo al rato y él sigue allí, ahora leyendo un libro. Entonces aparece la chica que vive en el cuarto B y él la saluda con un gesto; ella, entre sorprendida y extrañada, le devuelve el saludo y cierra la puerta tras de sí. Entonces, el chico se levanta, recoge sus cosas y se va por donde ha venido. Sigo sin comprender nada. ¿Es que la espera a ella? ¿O hace que espera a alguien para verla a ella?

Al siguiente miércoles llego corriendo del gimnasio para ver la función, son las 15.00 y él aún no ha llegado. Pero ella aparece sobre las 16.15 y se mete en su casa, no sin antes mirar a su alrededor. Al rato, el chico sube corriendo las escaleras y se sienta rápido a leer como si llevara allí horas. Y efectivamente muchas horas y medio libro de Henin Mankel después, él se marcha, cabizbajo, sin haberla visto a ella. Yo supongo, en plan detective, que a él le gusta ella pero no sabe cómo decírselo, y que no quiere parecer un acosador por eso sólo va los miércoles, como si esperara a alguien del cuarto C para una clase particular o algo así, cuando en realidad sólo la espera a ella.

Hoy he llegado de muy mala leche a casa, pero cuando me asomo a la ventana me aparece una sonrisa de oreja a oreja: él no podrá verlo desde la escalera interior, pero en la ventana del cuarto C hay un cartel de “Se alquila”. Escribo una nota en una hoja grande, la cuelgo por fuera de mi ventana y me voy al cine, que hoy es el día del espectador.

Todos los hechos narrados en esta historia son absolutamente ciertos y sobre cualquier parecido con la realidad… no es un parecido, es que fue así, en serio.