How to forget Madrid in ten days


Las nubes desde el avión parecen tan sólidas como el muro de Berlín. Parece que puedas abrir sin más la ventanilla y saltar de un brinco sobre el cielo, sin miedo a caer. Ni siquiera temes que te falte en oxígeno, o que los rayos del sol te abrasen nada más tocar tu piel: la imagen es tan pura que no hay peligro de muerte. Caminarías tranquilo sobre mar blanco que extiende de punta a punta de la tierra, como las ardillas cruzaban el país de rama en rama de árbol antes de que el hombre fuera tan destructivo. Te mojarías los pies de agua condensada, y sentirías la lluvia caer allá abajo, sobre el suelo que tan lejos queda de tu nuevo mapa del mundo. Construirías sin apenas esfuerzo un sillón de azúcar donde dejar dormir tu pensamiento, y te cubrirías las piernas con un manto de nieve antes de oír la frecuencia de tus sueños.

Es entonces cuando llegas. Con el firme propósito de olvidar el cielo de Madrid, su asfalto ardiendo y sus cervezas frías. En Berlín el cielo es un poco más gris, el asfalto está lleno de bicicletas y la cerveza se sirve del tiempo. Un ciudad llena de historia y contradicciones, viva y antigua, coloreada de graffitis, con música sonando por todas partes y lugares extraños donde perderse un día entero. Pasan diez días y parece que Madrid está a más de 3.000 kilómetros, parece fácil olvidarlo desde la caravana azul escondida en el bosque, pero resulta imposible.

Da igual cuál sea el nuevo mapa del mundo, recovecos imposibles, cimas inalcanzables. Saltar de nube en nube no es tan sencillo como en el sueño del avión, pero parecía tan real… Aún así me mudo. No olvido Madrid, volveré a Berlín, pero desde hoy me declaro habitante de las nubes. Para poder comerlas abriendo mucho la boca, para poder volar sin alas y escaparme, para hacer un castillo con ladrillos de agua, y un lago donde bailar con los cisnes efímeros, para amasar un pan de aire de leche y cocinar vapor de nata, cantar sobre la lluvia y no bajo ella, contar cuentos subida en un avión que se convierte en rana, reírme revolcándome en las sábanas blancas de este nuevo país que me he inventado, que me voy inventando según crezco, según sigo subiendo cielo arriba y me pierdo en la luna y me vuelvo de hielo.

Sin título


Jacques-André Boiffard / 1929


Una historia no tiene por qué tener un principio. Una historia no tiene por qué tener un final.

Hay instantes que se rebelan en el vacío del espacio, que se expanden hacia el infinito como átomos desconocidos. El aire que cabe en un suspiro llena toda la atmósfera de la tierra, la lágrima que recorre una mejilla es inmensa como el Amazonas horadando la orilla, la gota de sudor que resbala de la frente es descomunal como una tormenta de verano.

No se sabe el origen de este fenómeno desconocido, ya que la mayoría de los instantes son instantes sin más, momentos cotidianos, con principio y final, que se suceden unos a otros para componer la vida de alguien. Pero de vez en cuando, en cualquier lugar del planeta, un instante se congela para siempre en la retina del tiempo. Y se queda navegando en el universo, como un fósil, convertido en testigo de aquello que no sucede más que en la dimensión desconocida de las emociones humanas.

Encontrarlos a la deriva entre las estrellas no es fácil. Hay que armarse de paciencia y esperar siglos con la cabeza entornada hacia la constelación adecuada, fijar las pupilas en la incertidumbre y lanzarse sin miedo para aprender algo de ese instante que un día para alguien fue infinito.
La mayoría de las personas no son capaces de encontrarlos, y aún menos de vivirlos. Viven felices, no obstante, puesto que las historias con principio y final, como la Vida, son de lo más reconfortante.

Algunas hipótesis señalan que durante ese tipo de instantes infinitos la tierra gira hacia el otro lado sobre su eje. Los seres humanos no somos conscientes del todo, pero durante el tiempo inconmensurable en el que estos instantes suceden la tierra se detiene, el viento deja de soplar, las personas de respirar, el mar queda como un plato de sopa abandonado hace siglos… y sutilmente todos empezamos a girar hacia el otro lado, convirtiéndonos en seres distintos a los que somos en nuestra vida diaria.
El cambio es tan profundo, que sólo aquellos humanos que generan el instante son conscientes de ello. Sólo entre ese suspiro, o aliento, o mordisco, o herida, o abrazo, o pensamiento, o caída… entre ese hecho y el tiempo relativo, unos pocos sienten que el mundo se ha parado y una sonrisa intensa se escucha en el silencio.

Muchas veces ese instante se escapa entre nuestros dedos como arena del desierto, y cuando queremos entender que lo estamos sintiendo, ya se ha convertido en fósil y navega entre las estrellas, esperando que alguien lo descubra.
En ese caso ahí queda, o quizá, nosotros mismos seamos capaces de saltar hacia el infinito y volver a cogerlo.

Una historia no tiene por qué tener un principio. Una historia no tiene por qué tener un final.

Principio de incertidumbre

Colisión de particulas subatómicas

"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos…" Rayuela. Julio Córtazar.


Cuando terminas de leer un libro entiendes que el libro no existía, si no que lo único real era tu mirada leyendo ese libro, una mirada única, excepcional e instantánea. ¿Cuándo se acaba la vida pasa lo mismo? ¿Será la muerte sólo la certeza de que tu vida no existía si no en la mirada de los demás?

“El mismo acto de observar cambia el objeto observado” reza el Principio de Incertidumbre de Heisenberg; cierto que estaba hablando de un universo atómico y subatómico que yo no entiendo, pero a veces tengo la sensación de que la Física sirve más a sus profanos que a los propios científicos… Para mí la Literatura se basa en la mentira. Así lo entendí con Rayuela hace unos años, y día a día corroboro que la Literatura, como la Vida, es una maravillosa mentira que se genera en la retina (a su vez inexistente) del observador. Quizá el amor sea también una mentira genial que no existe más que en el hueco que se genera entre dos cuerpos. Por eso los cíclopes. Por eso la Física explica mejor el amor que el Amor mismo.


Porque este mismo “principio de incertidumbre” afirma que podemos conocer la posición de una partícula con precisión, pero si tratamos de medir a la vez su velocidad, estaremos fallando en la situación que antes le atribuíamos. Es decir, que no sólo el observador modifica el objeto observado, si no que si intenta medirlo de alguna forma, con algún parámetro, estará obviando otra variable que lo define y así, resulta imposible definirlo del todo… De hecho, en el mundo cuántico, una observación demasiado precisa de una partícula puede incluso destruirla.

Los amantes, de cerca, descubren que eran monstruos, contrahechos, fingidos y retorcidos: hombre y mujer sin más; constatan su ser voluble, cambiable y manipulable. Y aún así se aman. Eso es mecánica cuántica, seguro.

Generación Éxito

“¿Y tú de quién eres?” Se decía antes para ubicar a las personas que no se conocían en los pueblos. Ahora se dice: “¿Y tú que haces, a qué te dedicas, en qué trabajas, cómo te ganas la vida?”
La vida hay que ganársela, no vale con vivirla, hay que tener dinero para gastarla y éxito para exhibirla.
Hemos caído de bruces en la Generación Éxito. Nos topamos sin pedirlo con un mundo a pleno rendimiento y aquí estamos, tratando de manejarnos “como una máquina cien por cien efectiva”.

La historia puede medirse en muchos términos, uno de ellos es el de las “generaciones”. Según Julián Marías (El método histórico de las generaciones. 1950) el ritmo de la historia puede establecerse en unidades de unos 15 años. Cada una de estas unidades es una generación, con novedades biológicas, sociológicas, filosóficas… que han de sustituir a las anteriores.

Hay cierto acuerdo en cuanto a nombres y etapas: Generación del Baby Boom, Generación X, Y, Z… Incluso existe una denominación para los nacidos a principios del siglo XX, la Generación Silenciosa, que, según la Wikipedia (fuente de información principal de la generación Y) está caracterizada por la sumisión al trabajo, el conformismo y el individualismo. Me imagino el mundo lleno de hombres y mujeres en silencio, con la cabeza agachada sobre una máquina coser o de escribir, con una peseta en el bolsillo y pensando en la sopa de puerro de la cena.


Si realizo el mismo ejercicio con mi generación inventada, la Generación Éxito, aparecen detrás de la pantalla del ordenador un millón de hombres y mujeres hablando a voz en grito por encima del ruido de la música y el tráfico, preguntándose ansiosos unos a otros, sin esperar siquiera la respuesta: “¿Y tú que haces, a qué dedicas, en qué trabajas, cómo te ganas la vida? ¿Y tú que haces, a qué dedicas, en qué trabajas, cómo te ganas la vida? ¿Y tú que haces, a qué dedicas, en qué trabajas, cómo te ganas la vida?”

Todas las respuestas se vomitan a la vez, en bilingüe, que todo el mundo habla inglés: Médico, Doctor, Carnicero, Butcher, Periodista, Journalist, Limpiacristales, Window cleaner, Basurero, Dustman, Biólogo, Biologist, Farmacéutico, Pharmacist, Carpintero, Carpenter, Político, Politician, Cartero, Postman, Peluquero, Hairdresser, Programador, Programmer, Zapatero, Shoemaker, Psicólogo, Psychologist, Electricista, Electrician, Enfermero, Nurse, Camionero, Lorry driver, Abogado, Lawyer, Policía, Policeman, Agricultor, Farmer, Cirujano, Surgeon, Cocinero, Cook, Conserje, Porter, Dentista, Dentist, Economista, Economist, Escritor, Writer, Albañil, Bricklayer, Arqueólogo, Archaeologist, Bombero, Fireman, Cajera, Cashier, Profesor, Teacher,, Camarero, Waitress, Cantante, Singer, Estanquero, Tobacconist, Físico, Physicist, Florista, Florist, Fontanero, Plumber, Empresario, Businessman, Ingeniero, Engineer, Jardinero, Gardener, Jefe de cocina, Chef, Marinero, Sailor, Modista, Dressmaker, Panadero, Baker, Pastelero, Pastry cook, Payaso, Clown, Recepcionista, Receptionist,, Secretario, Secretary, Taxista, Taxi driver, Fotógrafo, Photographer, Frutero, Fruiterer, Telefonista, Telephone operador, Vendedor, Salesman, Arquitecto, Architect, Pescador, Fisherman, Astronauta, Astronaut, Mecánico, Mechanic... etc.

Lo que caracteriza a esta generación (dentro del contexto espacio-temporal en el que escribo, claro) es la necesidad de definirse en una actividad profesional que permita "ganarse la vida", y este es un trofeo que se planta con estabilidad sobre una estantería Effektiv de Ikea. Y no digo yo que esto sea bueno, malo, ni regular. Porque a mí tampoco me viene mal del todo ganarme la vida con algo, y mejor si es aquello que me hace feliz.

Pero a lo mejor podemos empezar a plantearnos, cuando te pregunten QUÉ es lo que eres, responder: “¿Yo? Soy el amor de alguien. Soy amigo de áquel. Soy cantador de nanas. Soy una soñadora…” A lo mejor, podemos empezar por vivir la vida y no sólo ganárnosla.

Quiero, luego existo

Puede que antes escribirse más, puede que ahora menos. Puede que el mundo gire a distintas velocidades según la intensidad del aleteo de la mariposa, o puede que la primavera no llegue hasta el mes de Julio…


Lo único que sé es que quiero deletrear la palabra libertad delante del verdugo, destripar el corazón de algún tirano, bailar medio desnuda en el claustro del convento, romper esa bandera con los dientes, estrellar un avión lleno de incoherencias, vomitar sobre el suelo de los que tienen todo y no dan nada, arrancarles a las hojas a las margaritas de la desconfianza, hundir los barcos llenos de tesoros, viajar hasta la luna en bicicleta… no sé, a lo mejor no puedo, pero quiero, qué pasa.

El espíritu del viento nocturno


Lady Lilith, 1863, Dante Gabriel Rossetti

Antes de que sacara de la costilla de Adán a Eva, Yahvéh había formado a Lilith, su primera mujer, del mismo modo que había formado a Adán: del polvo de la tierra (esto no me lo he inventado yo, Lola, está en el Pentateuco, lo leí mientras María y yo ayudábamos a Teresa a hacer un trabajo de Historia Antigua).

Adán y Lilith nunca hallaron armonía juntos porque (entre otras cosas supongo) Lilith se sentía ofendida por la postura que Adán le exigía para tener relaciones sexuales: “¿Por qué he de acostarme debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual”. Cuando Adán trató de obligarla (ojo a la naturalidad con la que en los textos sagrados los hombres obligan a cosas a las mujeres), Lilith, encolerizada, (ella no era una mujer sumisa como lo sería Eva) pronunció el nombre de Yahvéh, se elevó por los aires y lo abandonó (toma). Luego huyó al Mar Rojo, se convirtió en un demonio y sufrió innumerables tormentos, bla, bla, bla.

En las tablillas de los sumerios, 3000 años antes de Cristo, aparecen referencias a un personaje (antecesora de Lilith) que este pueblo representaba como una joven doncella alada que atraía a los hombres al templo de Ishtar para celebrar ritos sexuales y así regenerarse espiritual y físicamente (los beneficios del sexo de toda la vida, vamos). Y en estas leyendas y mitos antiguos, Lilith no es sólo una diosa del sexo en el sentido más terrenal de la palabra, sino un tipo de mujer opuesto a lo que sería Eva, libre y autónoma.

Sin embargo, la Biblia Cristiana, donde Lilith aparece brevemente, y la Torá Judía, donde tiene algo más de protagonismo, recrean y transforman estos mitos antiguos interpretándolos a su favor, en este caso quedándose con una Lilith demoníaca que simboliza lo que “la buena mujer” no debe hacer: protestar, ser independiente, desobedecer, viajar, estar con muchos hombres…

Y así, desaparece toda la idea moderna que subyace en esta leyenda, desaparece cualquier signo de igualdad que pudiera haber dado un sentido diferente a la creencia religiosa, desaparece la libertad de desobeceder, de protestar, de estar, en cualquier sentido, encima de los hombres… y durante 2000 años todas las hijas de Eva agacharon la cabeza y dijeron “lo que tú quieras, cariño”, amén.

Toparse con la Iglesia, que además de manipuladora y censuradora, retarda el avance natural de las cosas, es desesperante… y lo triste, lo irónico, lo absurdo o lo cómico, es que aún ahora, en este modernísimo siglo XXI, las mismas hijas de Eva se siguen sintiendo putas por estar con quien quieran, se siguen comportando sumisamente ante un jefe o un policía, siguen agachando la cabeza ante esas reglas no escritas, y además tienen que dar explicaciones constantemente por defender sus derechos.

Y todavía hay quien piensa que las cosas han cambiado del todo, que la lucha feminista no tiene sentido, que “eso es algo del pasado”. Efectivamente, es algo tan del pasado que todavía lo estamos recordando.

Por lo que he leído en otros blogs Lilith significaba en sumerio algo parecido a “el espíritu del viento nocturno"; no nos viene nada mal ser un poco espíritu del viento y elevarnos por los aires, como Lilith, para ser demonios, ángeles, putas, diosas o lo que nos de la gana, para amar a un hombre o a cien, o a una mujer o a nosotras mismas, para ser dulces o para ser bestias, para coger la sartén por el mango o la pistola, para hacer la guerra, la paz, el amor o punto de cruz, para reírnos de los adanes que dejamos en tierra exigiendo, pidiendo, imponiendo, dominando, para follar encima, debajo, detrás, a un lado o a distancia, para ser sólo madres o sólo equilibristas, para tener un hijo o ninguno, para elegir tenerlo, para hacer política o teatro, para transformar la historia y reescribir leyendas.

Si tú te vas...




“Nena no imaginas lo bien que lo voy a pasar…” esto decía una canción de Platero y tú, una de tantas de los quince años de pantalones rotos, camisetas de Extremoduro y pelos de colores, una de las de la Malasaña con olor a petas, laca de uñas y pis, de los años en que te conocí… En realidad te conocía hacía mucho más tiempo, pero fue entonces cuando me dieron tantas ganas de conocerte más que aún no he podido separarme de ti.
Éramos sólo el boceto de lo que somos ahora, el boceto del boceto entonces, pura adrenalina llegar a casa más tarde de las 12 y una aventura buscar a un chico entre la multitud de un concierto en las fiestas del 2 de Mayo. La adrenalina nos sube ahora al darnos cuenta de lo que nos espera, mientras la luz del sol atraviesa esta botella de vino blanco. La aventura es sobrevivir los unos con los otros, sin estropear lo que fuimos y sin dejar de ser aquello en lo que nos estamos convirtiendo.


Muchas veces sé que crezco cuando te miro, porque me has acompañado desde esas calles sucias de Madrid hasta los pasillos del supermercado para hacer la compra. Y a veces sé quién soy cuando te escucho, como cuando un músico escucha a otro músico y sabe entrar a tempo para tocar con él. Hay muchas cosas que ya nos sabemos de memoria, otras que nos cansan, otras que odiamos, otras que no nos damos cuenta pero necesitamos en la gente que nos rodea. Pero sobretodo están las cosas que no están, las cosas que imaginamos que aún podemos hacer, los inventos que vamos a inventar juntos, los viajes que vamos a realizar, las risas que nos echaremos todavía y los sueños que seguimos compartiendo después de tantos años.


Si tú te vas, nena, voy a seguir pasándolo genial contigo, porque sin ti sería feliz, pero no sería la misma… porque estés donde estés, hay cosas que no cambian, y el mundo tiene que seguir cambiando… ¿verdad?

El vacío

Malevich. Composición Suprematista


Lola se ha quedado dormida.
En realidad se quedó dormida hace unas semanas, yo no sé si las iguanas hibernan, pero creo que eso es lo que está haciendo Lola. Hace tanto frío que ha decidido encerrarse en sí misma. Respira despacio, tan despacio que parece que está muerta, pero no lo está. Su piel está aún más fría de lo habitual, pero sé que vive porque se mueve de un día para otro, apenas unos milímetros, pero se mueve. Si pudiera, a veces, yo también hibernaría… pero entonces no podría pisar la nieve.
Cuando la pisas hay silencio en la calle y el cielo susurra un aire helado que se escucha como por dentro de los huesos. La nariz huele la nieve y es como si oliese por primera vez, y los ojos de nieve no ven casi, pero intuyen los colores difuminados del espacio. Una pisada sobre la nieve, Armstrong sobre la luna, la flor que nace entre las rocas, el equilibrista en la cuerda floja, el personaje entrando al escenario, la ola que rompe la barca contra el acantilado, el conejo blanco de la chistera…
Pisar la nieve, es el vacío, y antes de llegar no hay nada, tiene la magia de un encuentro fortuito y la ingenuidad de un niño, es suave como un beso e irremediable como las agujas de un reloj. El vacío es maravilloso porque no es nada y puede ser todo…


El vacío… qué palabra tan hermosa, lista para llenarse de sentido, que lugar tan privilegiado para comenzar a crear.
¡Mira, Lola! La nieve ha borrado todos los caminos, así que despierta, que podemos avanzar en cualquier dirección. En la que nosotras queramos.